A Ser madre es siempre un reto y todo un trabajo desde el momento 0, todas tienen un único pensamiento que es poder criar hijas e hijos de bien y que puedan ser felices: y estamos seguros que Trigidia María Arce o más conocida como Rosy ya lo ha logrado. Ella inculcó a sus cuatro pequeños el deporte del Karate y años después sus cuatro hijos les dan tantas satisfacciones como medallas que ella luce orgullosa en la sala de su casa.
Tener un familiar representando al país en el mundo ya es un gran motivo de un orgullo extremo, pero Rosy tiene a sus cuatros hijos: Leyla, Yennifer, Adol y Jesús Servín medallistas consagrados compitiendo desde muy jóvenes con la bandera de Paraguay destacándose no solo en su deporte sino en ser personas de bien y todo eso se lo deben a ella.
La madre narra cómo llevó a sus cuatro hijos a practicar karate y se involucró en enseñarles ella misma. Gracias al sensei David Mencia, sus hijos llegaron a competir en selecciones y ella tuvo la oportunidad de acompañarlos en algunos viajes. Destaca la importancia del deporte en la vida de sus hijos y su orgullo de verlos ahora a cada uno con sus logros.
“Una mañana llegó un amigo de mi esposo acá en casa y era profesor de karate: Jennifer de 9 años estaba barriendo pero rápidamente se acercó cuando escuchó que podía empezar a practicar karate ya que conocía la disciplina.
Después le llevé un jueves y empezaron a practicar los cuatro juntos y practiqué también con ellos para que ellos puedan tener confianza y querer practicar. Y cuando volvimos a casa empezamos a hacer el kata pianida, y después ya era una competencia entre nosotros” nos cuenta una risueña Rosy rememorando los inicios de sus karatecas.
Hasta que llegó su primera competencia y ahí le dio el sensei David Mencia que él estaba en la selección paraguaya de la Secretaría y le invitó a seguir practicando en Nikon Gakko lo cual era un sueño hecho realidad porque ya les quedaba cerca de su casa y podían entrenar más tranquilos. Antes de eso Rosy debía caminar un largo trayecto desde la parada del colectivo hasta los entrenamientos con los chicos pero siempre manteniendo un solo objetivo: representar al país y que ellos fueran felices.
“Jennifer tenía dos años ya entrenando cuando se fue la preselección y ya le llevó como preseleccionada. Leila tenía 9, Fer 7 y Jesús tenía 3 añitos. Les hacía sus trajes de karate también a los cuatro, como que yo soy modista. Feliz de verle a todos mis hijos, que se iban todos juntos y todos hablaban el mismo idioma, todos hablaban de karate y de las técnicas y se corregían entre ellos. Y así surgió, fueron creciendo y nació en ellos el amor hacia el karate y ellos empezaron a crecer y están donde están ahora” destaca orgullosa.
Torneos y medallas con mamá
“A los 15 años cuando mi hija tenía que viajar por primera vez, yo le dije al sense, no, yo no le voy a enviar a mi hija sola yo voy con ella!” rememoró Rosy que en ese momento no contaba con el pasaje aun pero si ganas de crear actividades y recaudar para tener ese boleto y acompañar a su hija y pudo ir a Fortaleza, en Brasil, en el primer Torneo Internacional de Jennifer. Después cuando fue el tiempo de Leila, también su madre estuvo ahí firma para acompañarla.
Pero también cuando todos alcanzaron la mayoría de edad fueron yendo solos a los eventos y mamá Rosy solo les deseaba lo mejor y los dejaba desenvolverse solos porque ya conocían todo el manejo.
Personalidades únicas karatekas
Al consultarle como eran sus niñas y niños a esa edad Rosy nos cuenta que Jennifer era una niña excelente de chiquitita. Ella dominaba a sus hermanos. Era como si fuera la jefa. Ella era la mamá. Y..todos le hacían caso a ella porque era la hermana mayor. La hermana mayor tenía ese aire de grande. Después vino Leila muy muy calladita y tranquila. Luego Fer, muy romántico, enamorado. “Él estaba enamorado de mí, no me dejaba un rato, yo salía, después ya era mamá, mamá y ya venía otra vez. Y Jesús, no. Jesús es muy serio, si es que había momentos que se acercaba a vos eso tenías que dejar lo que estabas haciendo y darle el cariño que él te estaba pidiendo en ese momento, ahí le tenías que aprovechar” comenta.
Los cuatro desde siempre tenían ese amor por el deporte inculcado por mamá hasta ahora y desde chicos fue importante para porque les dirigió su camino hacia la excelencia y no están en ningún vicio. “Todos se enamoraron del deporte, porque practicaron de chiquititos, y nosotros les acompañamos, nunca les dejamos solos. Todo el tiempo estábamos acompañándole a Adolf (papá), por ejemplo, venía de su trabajo cansado, quería descansar y ya los chicos estaban todos uniformados acá para el karate quería descansar también pero igual se subían todos en el auto y les llevaba porque también le gustaba verle a ellos disfrutar y acompañarlos” indicó.
“Me costó mucho cuando se quisieron independizar porque yo le tenía muy cerca mío y cuando se quisieron independizar ahí me costó muchísimo y después dije bueno, uno tiene que de repente perderse para volver a encontrarse a sí mismo. Y bueno, es la hora y ya tenían que largarle ver y cada uno empezaron a hacer su vida pero ya estaban en el camino del bien. Yo de lejitos nomás ya le estaba mirando así de repente metiendo la cuchara, alineándole un poquitito, #mamá ya no te metas, y yo ya no escuchaba eso, igual metía mi cuchara así. Siempre tuve mi cuchara un poquito larga” dice entre risas.
Afirma que le encanta que sus hijos siempre estén pendientes de ella y de repente cuando ellos se encuentran en una situación que no pueden resolver, entonces se acercan de nuevo a ella y hablan. “Me siento re amiga de ellos. Porque me consideran su amiga. A veces soy un poquito pesada, pero… Como toda mamá, es normal” expresa Rosy.
Orgullo nacional
Mamá Rosy recuerda como para cualquier actividad de sus hijos ella acudía a sus vecinos a su comunidad: polladas, rifas ahora piensa que sus vecinos ya no la querían ni ver. Pero cuando los hermanos Servín lograron su objetivo: becas deportivas en la Secretaría Nacional de Deportes y como ellos por sus méritos surgían todos los vecinos tomaron eso como un logro de ellos también. “Todos los vecinos, las mamás del barrio, les tenían a ellos como si fueran sus hijos, #Y qué tal va a salir hoy nuestro hijo, siempre estaban pendientes y es algo muy lindo.
El mensaje que les deja Rosy a sus hijos es que les agradece a ellos por ser lo que son, “porque un día ellos se acercaron a mí y me dijeron mamá gracias a vos yo elegí este camino del deporte porque yo ya estaba ya en el camino de que quería ser rebelde y gracias a vos ahora estoy mejor. Les doy gracias porque siempre fueron sinceros, siempre fueron buenos hijos, cariñosos. Siempre me tuvieron, no como la estricta, sino que más como la compañera, como la amiga y espero seguir acompañándoles en todo siempre” finalizó.